Entre el concepto y la visión

La Real Academia Española da dos acepciones del concepto perfecto, por un lado, lo define como el que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea y  el que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto. En la cosmovisión de cada cultura este término resulta un tanto abarcador además multiforme y subjetivo; va de la mano con la etapa de vida, las circunstancias así como el tiempo, estos factores nutren su significado.

Tarde o temprano nos damos cuenta que explicar palabras abstractas como amor, belleza, arte, odio, perfección, es difícil; hoy, por ejemplo, resulta que el amor es lo más bonito del mundo y meses más tarde la premisa se cae entonces “el amor es un perro infernal” como decía Charles Bukowsky.

Los artistas suelen hacer propuestas estéticas a partir de lo que sienten y cómo perciben la realidad. Para hacer un trabajo magistral conocen lo que se ha hecho con anterioridad, lo absorben, reinterpretan y lo convierten en algo nuevo y fresco que puede ser aceptado o no por la sociedad, quienes deciden qué perdura, qué vale y qué mueve es el público.

¿Dónde reside la perfección?

Para los griegos ésta se encontraba en la proporción, la armonía y la mimesis; sin embargo como mencionaba, las concepciones cambian.

Un pintor que del algún modo conectó el legado de la cultura griega y  la modernidad fue Giorgio de Chirico; en su trabajo resaltan las construcciones arquitectónicas, la inmovilidad, el silencio como bien apunta Arnold Böcklin; sus personajes aparecen sin rostro (parecidos a los que después pintaría René Magritte), robotizados, gélidos, grises (Fig. 1).

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Figura 1. El Hijo del Hombre (Le Fils de l’Homme) pintada por René Magritte en 1964.

El movimiento corporal  da cierto significado de lo que sienten, observe el cuadro Héctor y Andrómaca (Fig. 2), pero no deja entrever más.

Figura 2. Héctor y Andrómaca, Giorgio de Chirico, 1946.

Según Rafael Argullol en su ensayo Modernidad Espectral “su lenguaje llega a ser tan desconcertantemente objetivo porque expresa el triunfo de los objetos sobre las emociones”. [1]

Lo anterior quiere decir que se subliman los objetos y las figuras con anatomía humana se quedan vacías, anónimas, lo que detona en una angustia y ansiedad en quien mira sus pinturas.

Argullol argumenta que su obra tiene relación con las propuestas filosóficas de Nietzsche,  el nihilismo para ser más precisa. Dolores Castillo Mirat en el  prólogo del libro de Nietzsche La voluntad del poder puntualiza que esta doctrina “es una forma divina de pensar como negación de todo mundo verdadero, de todo ser”, es decir, niega el mundo referencial para quedarse con lo verdadero, la esencia; para lograrlo el ser humano debe quedarse en soledad y enfrentarse con el vacío. [2]

Yo y el otro yo

La pintura guarda enigmas en sus detalles, a lo largo del tiempo pueden ser descubiertos o tal vez nunca lleguen a verse. Cuando un pintor aparece de forma intencional en su cuadro, nos indica algo, puede ser de forma muy discreta de espaldas, de frente, a un costado, junto a los personajes principales como Velázquez en Las Meninas (Fig. 3). El lugar en el que se coloca y cómo se dibuja son pistas para averiguar si lo que intenta es crear un alter ego o reflejarse tal cual es.

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Figura 3. Velázquez se retrata con godete en mano.

El desdoblamiento en la obra de arte ocurre por una causa en común: la búsqueda del conocimiento de sí mismo. Me recuerda un poco a las diarios íntimos, al escribir y exteriorizar el monólogo interno nos da herramientas de autoconocimiento, descubrimientos, es como amplificar la voz de la conciencia para que la escuche el subconsciente.

Lo mismo sucede con el pintor, el verse retratado en un tiempo esclarece sus ideas sobre sí mismo, el papel que desempeña en el espacio, por un momento forma parte de la historia, además, es de la única figura que con certeza sabe lo que piensa.

Por otro lado, los autorretratos son la autoafirmación de lo que son, durante su elaboración se redescubren o se recrean, sus intenciones pueden variar. Van Gogh, por ejemplo, se pintó así mismo en varias ocasiones, e independientemente de los estragos del tiempo, cada cuadro es distinto de otro, en forma y contenido. El autor es libre de llenarse de sí mismo, vaciarse o fingir ser un ideal.

Figura 4. Autorretratos de Van Gogh.

En conclusión, la perfección está permeada por la cosmovisión de un pueblo, la perspectiva de un individuo o en este caso un artista; este último puede llegar a ser multiforme en su ficción, perfecto, imperfecto, escandaloso, provocador, estrafalario, raro, incomprensible, en ese crear va armándose a sí mismo y su público es quien reinterpretará una y otra vez los secretos de sus obras de arte.

Fuentes de consulta

[1] Argullol, Rafael, «Modernidad Espectral», El país, España. Disponible en: https://elpais.com/diario/1998/11/29/catalunya/912305240_850215.html

[2] Nietzsche, La voluntad del poder, Madrid: Biblioteca Edaf, 2000, p.14.

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