José de María Romero Barea es profesor, poeta, narrador, traductor y periodista cultural. Es autor de Poesía (qué si no). Su primera sección, el corazón el hueco, consta de la trilogía Resurrecciones (2011), (mil novecientos setenta y) Dos (2011) y Talismán (2012). El poemario Un mínimo de racionalidad un máximo de esperanza (2015) inaugura la segunda sección.

José de María Romero Barea Foto:Diana Vigule.
Es autor, además, de la trilogía narrativa Interrupciones. Hilados coreografiados (2012) abre la serie. Le siguen Haia (2015) y Oblicuidades (2016). Ha traducido los poemarios Spanish Sketchbook / España en dibujos, de Curtis Bauer (2012), Disarmed / Inermes, de Jeffrey Thomson (2012) y Gerald Stern. Esta vez. Antología Poética (2014).
Colabora con sus reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional como El País (“Cartas a Babelia”), Le Monde Diplomatique, La Vanguardia (Revista de Letras), Claves de Razón Práctica, Ábaco, Quaderni Iberoamericani, Quimera y Nueva Grecia, de cuyo consejo de redacción forma parte. Los volúmenes La fortaleza de lo ilegible (2015) y Asalto a lo impenetrable (2015), incluyen una amplia selección de su obra crítica. Ya tuvimos la oportunidad de hacerle una entrevista en Prisma a la vista acerca de su novela Mitze Katze y ahora tenemos la ocasión de hablar sobre WTBTC, su nueva novela publicada en Amargord Ediciones.Este año también presentó Calcomanías en Ediciones Alfar.
WTBTC es una novela en la que la propia trama se desarrolla a medida que se escribe y se escribe a medida que se desarrolla.

Portada de la novela
Avanza este ejercicio magistral metaliterario de José María Romero Barea criticando las propias debilidades que pueda tener:
La novela pierde fuelle, profundidad y resonancia a medida que avanza en las motivaciones, las acciones, el estado de ánimo de los personajes, su historia y su trama.
En la novela no hay nombres, todo personaje mencionado en ella aparece en segundo plano al nombrarlo únicamente con su letra inicial. Como personajes inalcanzables, indefinibles, intangibles, al fin y al cabo. El tiempo parece ser otro personaje, dentro de esta novela en la que nosotros hacemos los cálculos, unimos, cortamos y pegamos los argumentos y las diferentes historias que la novela nos presenta y ella misma evoluciona.
Poesía narrada con cálculos en el juego de su título WTBTC, me hace pensar en tres partes, dos de cuatro capítulos y una de tres capítulos, si lo pusiera en vertical, me recordaría sutilmente a la rima de un soneto. Además, esa matemática medida en su lenguaje, en el que el primer capítulo más el segundo (T), forman el tercero (WT). El cuarto sería la suma de los dos primeros (WW). En el quinto capítulo (T) más el sexto (B), conformarían el séptimo (TB) y volvería a repetirse en el octavo capítulo los dos primeros (WW). Finalmente, el capítulo noveno (T) más el décimo (C) compondrían el undécimo y último capítulo (TC). ¿Cómo identificar a todos ellos? En ocasiones, habla T, el autor, otras veces, W, el narrador, y finalmente, C. Parece un Twister en el que los personajes intercalan su espacio dentro de la novela, como comentaba anteriormente, ya que esta parece avanzar dependiendo de la atención y la implicación que tengamos con ella.
Sin duda, WTBTC no es una novela a la que estamos acostumbrados. Sino que como anuncia en un resumen de Ana Isabel Alvea Sánchez es:
un texto-artefacto posmodernista que pone al descubierto sus propios mecanismos de creación, que consta de varias historias paralelas narradas de un modo fragmentario, plagada de interesantes digresiones metaliterarias y reflexiones críticas sobre la propia escritura y su elaboración. Un texto proteico, mestizo, fronterizo, a caballo entre el ensayo, la poesía y la novela, que hace partícipe al lector, pues este deberá ir hilando el discurso dispersado en el texto, uniendo y enlazando las historias simultáneas, como si montara un puzle o collage. [1]
José de María Romero Barea despliega toda su formación literaria, todo lo leído, todo lo sabido en esta obra que contiene parte de proceso de lectura, creación y resultados de la propia novela que aún no está escrita. En mi opinión, calcula milimétricamente cada detalle, aunque finalmente nos da la impresión de ser una abstracción collage textual. Lo que sí, tengo claro, es el dominio de lecturas, de creación y de resultados —que se pueden contar como sus propias obras— de este escritor que sigue aplicando todas las habilidades filosóficas, lingüísticas y literarias en sus obras.
En cuanto he tenido oportunidad le he preguntado al poeta cómo surge la idea de escribir WTBTC y su respuesta se asemeja a aquella idea que rondaba por mi cabeza mientras leía, me perdía y volvía por las páginas de la novela:
Surge en la azotea de mi casa, con vistas al Guadalquivir, mientras componía, por qué no, un poema épico (lo que es no tener sentido de la modestia). A medida que la narración se despojaba de la identidad de sus personajes, de su esquema de tiempo, incluso de la realidad de los hechos mismos, el narrador (yo mismo) intentaba imponer el sentido, hasta que la muerte irrumpió en el relato, y los protagonistas, que no eran sino yo mismo, se daban cuenta de que sus deseos no se cumplirán, por lo que decidieron retirarse a la imaginación. Lo que hasta entonces había avanzado a base de saltos temporales, desembocó en lo intemporal. El poema fue encontrando refugio en su propia locura, la trama acabó por devorarse a sí misma, la muerte que invoqué al principio acabó por devorarlo todo, y la narración pereció en su propio juego auto-referencial. El resultado quedó archivado, materia del olvido, en un cuaderno que ahora siento que tengo la responsabilidad de ofrecer al lector. Quién sabe por qué.
WTBTC, José de María Romero Barea.
W
No hay conflicto, ni siquiera en las escenas dramáticas. Los personajes comparten el mismo objetivo. El conflicto no es siquiera sutil, por lo que no hay subtexto emocional. El protagonista es cerebral hasta el punto de parecer cobarde. El héroe quiere resolver el misterio, pero le cuesta meterse bajo la piel del lector. El autor no es capaz de construir una sola escena memorable. La novela pierde fuelle, profundidad y resonancia a medida que avanza en las motivaciones, las acciones, el estado de ánimo de los personajes, su historia y su trama. Al final, el resultado acaba resintiéndose. La narración avanza a través de sus intuiciones. El narrador se limita a registrar los estragos del tiempo, mientras se sitúa a una distancia respetable del pasado. El autor es capaz de recordar pasajes enteros, y al hacerlo, huir del presente. El tiempo, parece decirnos, siempre se pierde: se segmenta, se cataloga, se recuerda, pero nunca regresa. En la novela, no hay diálogo. Los sentimientos son evidentes, sobre todo cuando el narrador se acerca al final de su búsqueda de DB. El libro está traspasado de una dulce tristeza. En DB, la precisión de la memoria es una forma de alienación: “De ayer a hoy. Con el paso de los años las perspectivas se vuelven borrosas, los inviernos se mezclan unos con otros. El de 1965 y el de 1942”. A pesar de ser un reputado novelista, PM no imagina la vida de otros, sino que sugiere que esas vidas son imaginables. Cuando el narrador ve la misma película, solo que años después, el filme le resulta velado, extrañamente luminoso:
Un velo parecía cubrir las imágenes, acentuaba los contrastes y a veces los difuminaba, en una blancura boreal (…) esa película estaba impregnada por las miradas de los espectadores del tiempo de la Ocupación (…) esas miradas, por una suerte de proceso químico, habían modificado la sustancia misma de la película, la luz, la voz de los actores.
El proceso químico que ha experimentado el filme se convierte en metáfora de la novela que lo contiene, donde se mezclan imaginación y memoria. La película es revelación, cuya tensión dramática mantiene al espectador en vilo. Los giros de la trama en la pantalla son los que mantienen el interés, no los que tienen lugar sobre el papel; el filme logra el compromiso del espectador, no así el libro. El cineasta no da detalles, pero logra dar el golpe dramático. La última escena subraya un conflicto entre los personajes, que debe ser resuelto. La historia comienza y termina en la forma en que el público espera que lo haga. La última escena, en la novela, deja el final abierto, sin resolver.
Pierdo el hilo.
He tenido que volver porque mi madre acaba de fallecer. A ver si me da tiempo a terminar esto antes del entierro. Si no, habrá de ser en otro lugar. En menos de un mes, estoy de vuelta. Dejo el libro de PM a un lado, porque toca preparar el almuerzo. Lo retomo en breve, descuida, no quiero dejar que pase el tiempo. Prometo hacer la espera corta, entre cacerolas.
¿Nos veremos?
[1] Sonograma Magazine: http://sonograma.org/art/wtbtc/