Llevo meses, incluso algo más, en los que una frase cliché se me repite en la cabeza, es del autor inglés Edward Bulwer-Lytton y dice que «La pluma es más poderosa que la espada».
Una de mis fotos de perfil preferidas es donde me encuentro con una de mis plumas en guardia, preparada para atacar. Me pregunto si quienes miran la foto sienten esa amenaza como tal, apuntados con tinta. Leo a Virginia Woolf en Una habitación propia donde recoge el poema de Anne Finch, Condesa de Winchilsea en The Introduction.

Gema Albornoz de pluma en mano
Alas! a woman that attempts the pen,
Such an intruder on the rights of men,
Incluso menciona en sus notas,
Ay, a la mujer que prueba la pluma se la considera una criatura tan pretenciosa que ninguna virtud puede redimir su falta.
¿Se me puede culpar de ello? Quizás, pero, hoy, las mujeres son poseedoras de potentes plumas que rompen la división entre la realidad y la ficción, situando sus textos dentro del panorama político, religioso, biológico con libertad.
Tantos nombres en la literatura que han utilizado una pluma para grabar sus letras hasta hoy, por mencionar algunos: Homero, Garcilaso de la Vega, Santa Teresa de Jesús, Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Quevedo, Lord Byron, Victor Hugo, Gustave Flaubert, Bécquer, Rosalía de Castro, Unamuno, Machado, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Rubén Darío, etc….[1] Tantos nombres que no conozco y tantos que quiero conocer. Miro atrás y no veo un camino, no veo generaciones de mujeres que sean recordadas por sus escritos.
Algunos apuntan a Enheduanna, hija del rey Sargón de Akkad, (a finales del siglo XXIV a.C.) como una poetisa célebre en Mesopotamia.[2] Otros mencionan a Roswitha, una religiosa benedictina que incluso dejó algunas obras. [3]Pero siguen sin decirme mucho, hasta ahora eran desconocidas para mí. Guardo algunos nombres sueltos a lo largo de esa gran línea que la literatura ha ido escribiendo renglón a renglón.
Y vuelvo a Virginia Woolf para decir que
La poesía debería tener una madre, lo mismo que un padre.
¿Acaso no es lógico buscar antecesores consanguíneos? Siempre que consideramos las letras como una línea de sangre que ya ha sido derramada y ha dejado su rastro. Fue entonces cuando miré en el INE, el Instituto Nacional de Estadística que recoge las estadísticas oficiales españolas, por ejemplo, la Encuesta de población activa o la Estadística de producción editorial de libros, sin encontrar nada que recogiese el porcentaje de hombres y mujeres dedicados a la escritura.
Siempre que consideramos las letras como una línea de sangre que ya ha sido derramada y ha dejado su rastro.
Sigo empeñada, buscando por dar un dato con un número, aunque los números no siempre sean importantes. En este caso, creo que sí. Encuentro una página que recoge alguna cifra asegurando que a partir del año 2000 hacia delante si 16 personas fuesen escritores 11 serían hombres y 5 mujeres. Aunque la cifra ha ido aumentando con el paso de los años, obviamente. Eso deja un 31% de ese conglomerado que se dedicaría a la escritura de mujeres. [4]
Al continuar con mi lectura de Una habitación propia me veo mirando las estanterías en las y como ella
Pensé mirando los estantes en que no había ninguna obra de teatro escrita por una mujer, no hubiera firmado sus obras.
Echando la vista, de nuevo atrás, buscando una herencia que desconozco. Ahora que empiezo a interesarme por ellas descubro que hay muchas mujeres escritoras que han permanecido, de alguna forma, ocultas. Mientras, el mundo gira en torno a los hombres, el de la escritura, también.
Porque la poesía sigue siendo la salida prohibida.
Me detengo en las palabras que recoge de Dorothy Osborne, Lady Temple, escribiendo sobre la duquesa en sus célebres cartas[5]:
No cabe duda de que la pobre mujer está un poco trastornada, sino no caería en la ridiculez de aventurarse a escribir libros, y en verso además.
No sé si reír o llorar, ¿no os parece haber escuchado esto alguna vez? Quizás con otras expresiones, quizás algo disimuladas por un fino velo que se deja entrever, pero no se pronuncia del todo.
No me estoy refiriendo a las voces que quien escribe pueda utilizar, lo que quiero decir es que pareciese que hay un sexismo, como es no mencionar algo para evitarlo. Durante generaciones, parecía algo normal, ya que en ese momento quienes empuñaban plumas para escribir era preferencialmente hombres. He escuchado muchas opiniones al respecto, he leído algunas otras y a pesar de eso, parece que ninguna de las sentencias que se utilizan me acaban de convencer; hablan acerca de la calidad literaria, de que da igual que una voz se femenina o masculina mientras se llegue lector, nadie menciona esa preferencia en los grandes premios literarios, en la publicación con editoriales ni tampoco hacen ese recuento de mujeres que te anteceden en esa vocación, oficio o forma de vivir, porque la escritura es una forma de vida. ¿Hasta dónde llega la limitación de la historia, entonces? Escribir desde una realidad sexuada, donde las experiencias difieran notablemente desde ambos bandos. ¿Dónde se encontraban, entonces, las escritoras?
Quizás lo primero que descubrió la mujer al coger la pluma es que no existía ninguna frase común lista para su uso, afirma Virginia Woolf.
¿En qué punto nos encontramos ahora?
Antes de que nadie pueda preguntar si es una crítica feminista y si estoy rechazando todo lo que los escritores han conseguido en méritos literarios, preferiría aclararlo. Es una reflexión que nace, como dije al principio, por querer buscar una herencia, esos rastros de escritura de mujeres que siguen siendo desconocidos para mí. «La poesía debería tener una madre, lo mismo que un padre». Sharon Olds comentó en una entrevista que «La gran suerte de la tradición poética norteamericana reside en el hecho de que tenemos una madre y un padre formidables, Emily Dickinson y Walt Whitman. Nuestra tradición está firmemente anclada en la unión de dos voces poderosísimas, una masculina y otra femenina. De esa conjunción milagrosa deriva todo lo demás».[6] “La mujer de”, ”la madre/hermana de”,” la musa de”, “la inspiración de”, “quien lo sostenía”, “quien estaba tras de”, “quien aguantaba a”, ¿y nada más? Tampoco se trata de rechazar a los escritores que tantísimo me han aportado a lo largo de los años. Lo que realmente pretendo es hilar dentro todos los nombres de mujeres que por algún motivo se me han negado, tengo un sentimiento de orfandad en ese aspecto. Y hablo en primera persona, porque es una inquietud que nació y parece que ha ido floreciendo poco a poco, hasta arraigarse.
Clarice Lispector vive en primera persona esos “estatutos” masculinos establecidos versando dolores de cabeza, pensamientos contradictorios, incendios, rechazos de la lógica que aparentemente maneja. No puedo olvidarme de Alejandra Pizarnik y Silvina Ocampo, la primera, introdujo el psicoanálisis como una de sus técnicas críticas mientras su lenguaje sexual, el tratamiento del subconsciente, la narración de hechos psicológicos, más allá de lo que estaba establecido para las mujeres como objeto de discriminación, subordinación y silenciamiento. En cambio, Silvina Ocampo trata lo fantástico desde la propia realidad a la que le da giros inesperados y haciendo protagonista a una monstruosidad cruel que no deja indiferente. Lo onírico cobrando vida. Todo lo que nos muestra una visión diferente del mundo y «una profunda preocupación por el hombre y su mundo«. [7]

Mujer al óleo por Anwen Keeling
A pesar de todo, se rechaza ese término dual de escritura femenina y masculina. De ser así, se podría defender esa segregación de la mujer tanto en la escritura como en la sociedad.
«La literatura femenina ha sido acusada de subjetiva, y de utilizar con profusión el monólogo y la voz individualista, de que no sale del mundo de la mujer y de su papel, tal como le fuera delimitado por las tradiciones de la sociedad, así como de ser una literatura en la que predomina lo discursivo y en la que falta la madurez artística en el uso de ciertas técnicas literarias y en el tratamiento de temas complejos y globales» [8],tal y como recoge Fatima Tahtah. También menciona unas palabras de Denis Johnson-Davies que reflexionan acerca del tema: «En el momento en que la escritora aborda temas universales como el sexo y la muerte, lo hace en el marco y en los límites de su propia cultura, así como en el marco de la red de sus valores morales. Y el estilo directo y sincero de la escritora eleva estos cuentos a un nivel que supera el contexto regional para ponerlos al alcance de los deseos sentimentales de todo lector que desea explorar esta tierra a la cual no está acostumbrado».[9]
En palabras de Showalter: «la tradición literaria femenina proviene de la relación envolvente que se da entre la mujer que escribe y la sociedad».[10] Elena Medel, poeta y editora cordobesa, recopila en Cien de cien, esas poetas silenciadas de nuestra tradición literaria. Además, me hice con algunas antologías para indagar en esos nombres que siguen siendo un misterio para mí como Las diosas blancas de Ramón Buenaventura, Ellas tienen la palabra, Jesús Munárriz y Noni Benegas o Poesía soy yo, de Raquel Lanseros y Ana Merino.
Incluso se han mencionado diversas fases por las que pasa la escritura femenina: la prolongada imitación de la tradición dominante, la fase protesta contra estos modelos y valores y la fase de autodescubrimiento donde se busca la propia identidad. [11] «Escriben como escriben las mujeres, no como escriben los hombres», afirmaba Virginia Woolf en Una habitación propia. Consideremos, entonces, la creatividad femenina con derecho a crear las imágenes propias de su feminidad. Las autoras de La loca del desván afirman que «Al carecer de pluma/pene que les permitirá igualmente rebatir una ficción con otra, las mujeres de las sociedades patriarcales han sido reducidas a lo largo de la historia a meras propiedades, a personajes e imágenes aprisionadas en textos masculinos porque sólo se generaron, como observan Anne Elliot y Anne Finch, por las expectaciones y designios masculinos».[12] ¿Seguimos observando patrones patriarcales en la sociedad? ¿Se pueden encontrar en la literatura?
Finalizo con las palabras de Virginia Woolf:
Mil plumas están preparadas para deciros lo que debéis hacer y qué efecto tendréis.
Porque los grandes poetas no mueren; son presencias continuas; sólo necesitan la oportunidad de andar entre nosotros hechos carne.
Ya me quedará tiempo para esto cuando haya decidido si la autora tiene en la mano una pluma o un zapapico.[13]
A fin de cuentas, esta reflexión mía pretende exponer para crear preguntas.
Referencias
[1] Algunos autores en la Línea de tiempo de los autores y poetas creada por Marco Francisco Macal Herrera.
[2] La primera escritora de la historia, Francisco Javier Tostado: https://franciscojaviertostado.com/2013/04/05/la-primera-escritora-de-la-historia/
[3] ROSWITHA VON GANDERSHEIM, La escritora de la virtud. Manuel Ortuño Arregui, Colegio Diocesano “Oratorio Festivo”, Novelda (Alicante).
[4] Escritores, escritoras y el sexismo en literatura, DE RAFAEL DE LA ROSA en: http://www.dragonmecanico.com/2016/10/sexismo-en-literatura.html
[5] Una habitación propia, Virginia Woolf.
[6] “Para mí no hay nada más natural que hablar de la sexualidad” Eduardo Lago, Nueva York: https://elpais.com/cultura/2015/12/18/actualidad/1450459050_618854.html
[7] La narrativa de Silvina Ocampo: entre la tradición y la vanguardia, María Bermúdez Martínez. Universidad de Alicante, nº16, 2003.
[8] El concepto de la escritura femenina, Fatima Tahtah, BIBLID [0544-408X]. (1998) 47; 383-388.
[9] El concepto de la escritura femenina, Fatima Tahtah, BIBLID [0544-408X]. (1998) 47; 383-388, Véase Denis Johnson Davies El mundo de AlῙfa Ri’fat).
[10] A Literature of Their Own: British Women Novelists from Bronte to Lessing. Elaine Showalter (1977, p. 12)
[11] Problemas de las mujeres, problemas de la sociedad, María Luisa Setién. Universidad de Deusto. 2009.
[12] La loca del desván, Sandra M. Gilbert y Susan Gubar,
[13] Todas las citas mencionadas de Virginia Woolf han sido extraídas de Una habitación propia.